El largo camino de tus piernas
Es
un camino iniciático que transcurre casi todo el tiempo en el estudio del
pintor Philipe Satie, donde el desorden y el caos campan a sus anchas. Elena
Marqués sabe poner notas de color para que el espacio resulte menos
claustrofóbico y frío: “esa luz
deslumbrante de finales de enero entrando por la herida abierta al muelle de la
ventana”. Explosiva juventud abrazada al otoño crepuscular de otro cuerpo,
simbiosis. Alice, tembloroso gorrión, espejo de adolescencia, los sueños
revoloteando alrededor de un abrigo demasiado largo, tan largo como una sombra.
Alice, desnuda, encaramada a sus altos zapatos rojos hasta donde resbalan
pequeñas perlas de deseo tras cruzar el vasto territorio de sus piernas. Alice,
poliédrica, trazando un mapa de ambición, sacudiendo tabúes como alfombras que
cobijan migas de pan y malolientes trapos. En la narración no falta la poesía,
por ejemplo, cuando el pintor se aleja para colgar su abrigo: “y lo vio alejarse con un débil aleteo de
animal herido, las mangas caídas a los lados, la abertura trasera remarcando su herida. Geranios y azaleas en la
ventana siempre abierta, más allá el surco del río espejeaba bajo el sol. Un
laberinto de papel como un animal viejo y descarnado sobre las baldosas. La
forma encantadora en que pone en boca del pintor: “para que disfruten del proceso creativo, desde el germen en lápiz
sobre el lienzo, desde la idea o el numen en su mente incansable, hasta el
último beso del pincel sobre mi carne de tela y aguarrás”. Alice agita la
bola de cristal y cae la nieve, no alcanza a ver el fondo turbio de su propio
destino. El libro es una delicia para los sentidos, entren en él, palpen y
huelan, dejen que los ojos sean pájaros por su geografía.
María José Collado
Buena reseña nos presentas, amiga.
ResponderEliminarGracias + abrazo
Abrí el libro y recorrí sus páginas con deleite. Gracias por la visita y el comentario. Un abrazo.
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