viernes, 27 de marzo de 2020

El virus de la reflexión


El virus de la reflexión
El pulso de las calles
ha cambiado de ritmo;
gorriones en las plazas,
un cónclave de trinos.
Las horas pasan lentas
en todos los refugios,
ocultan los visillos
un celaje de nubes.
La ciudad se despierta,
solitarios los pasos
en la nueva rutina;
agradecido el aire
entona una balada,
ya se dispersa el gris
de las malas costumbres,
se desvanece el humo,
enmudecen los coches.
La situación es grave
pero ha de servirnos
para ser más humildes,
para cambiar el chip.
Aceptar que la vida
del pez y de la flor,
del caballo, la abeja,
son igual de importantes
que nuestras ambiciones,
esa escalada a ciegas
como dioses borrachos.
Heredarán la tierra
si no reflexionamos,
ellos tienen el don
que la naturaleza
al oído susurra,
nosotros somos sombras
de un intento fallido.