sábado, 3 de diciembre de 2011

Un poema para reflexionar

           Dictado al invierno


He dictado a diciembre un nuevo testamento,

deseo que mis cosas viajen en el aire,

no pretendo llevarme equipaje,

tan sólo reunir trozos de mi espíritu,

este fragmentado ser en una bolsa.

Aquí dejaré como testigos mudos

las huellas dactilares, la documentación,

la latitud y longitud de mis poemas,

señalizada esta imaginación.

Qué despropósito pagar la muerte en vida,

asegurarse en el más allá algún rincón,

maderas nobles, coronas de flores,

para un tránsito de apagados sentidos.

Ahí dejo mi cuerpo para hurgar,

conocer sus raíces, aventar sus semillas,

a mí qué más me da, ausente de esta orilla.

No quiero que nadie cargue con mi muerte,

sienta la necesidad de un rescate imposible,

tampoco un enredo burocrático de aflicciones.

Déjenme para ensayos, para cubrir lagunas

de la ciencia, sólo quiero cesar con el último

pálpito. Lo digo ahora porque un cadáver

nunca se pronuncia ni escribe notas.

Disculpen la arrogancia de los muertos,

su conducta incívica y postrada,

apenas les quedan fuerzas para el agradecimiento,

para rellenar formularios y estampar su rúbrica.


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