domingo, 18 de diciembre de 2011

Navidad repartida



          Navidad repartida


Era la ciudad con sus luces prestadas,

un escaparate de tentaciones,

la lámpara encendida de una fiesta,

un sol de cera, etiquetas, bombones.

El lagarto del frío, un muro de sombras,

a un lado, doradas constelaciones

de bailes con orquestas, caviar y vino,

al otro, una trémula luz, la sopa,

las bufandas benéficas ululando,

la repetida música de una gotera.

Una nuez partida, su cáscara vieja,

el resplandor cegador y las tinieblas,

lana virgen y voluptuosa seda,

esteras de periódicos y cenizas.

En el muro nosotros sin testigos,

espectadores o estafermos grises,

con un silencio pendular sin nombre.





sábado, 10 de diciembre de 2011

Un encuentro

Las palabras son alas en movimiento
para sobrevolar la mediocridad.


jueves, 8 de diciembre de 2011

Poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda
Ya se fue la ciudad


Cómo marcha el reloj sin darse prisa

con tal seguridad que se come los años:

los días son pequeñas y pasajeras uvas,

los meses se destiñen descolgados del tiempo.



Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado

por la más inmutable artillería

y de pronto nos queda sólo un año para irnos,

un mes, un día, y llega la muerte al calendario.



Nadie pudo parar el agua que huye,

no se detuvo con amor ni pensamiento,

siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres,

y nos mató su estrofa pasajera.



Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,

y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,

arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,

ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo

y en la ciudad en donde no viviremos más

se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Tristeza


Un gorrión voló de su pecho
hacia oscuras y húmedas enredaderas.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Un poema para reflexionar

           Dictado al invierno


He dictado a diciembre un nuevo testamento,

deseo que mis cosas viajen en el aire,

no pretendo llevarme equipaje,

tan sólo reunir trozos de mi espíritu,

este fragmentado ser en una bolsa.

Aquí dejaré como testigos mudos

las huellas dactilares, la documentación,

la latitud y longitud de mis poemas,

señalizada esta imaginación.

Qué despropósito pagar la muerte en vida,

asegurarse en el más allá algún rincón,

maderas nobles, coronas de flores,

para un tránsito de apagados sentidos.

Ahí dejo mi cuerpo para hurgar,

conocer sus raíces, aventar sus semillas,

a mí qué más me da, ausente de esta orilla.

No quiero que nadie cargue con mi muerte,

sienta la necesidad de un rescate imposible,

tampoco un enredo burocrático de aflicciones.

Déjenme para ensayos, para cubrir lagunas

de la ciencia, sólo quiero cesar con el último

pálpito. Lo digo ahora porque un cadáver

nunca se pronuncia ni escribe notas.

Disculpen la arrogancia de los muertos,

su conducta incívica y postrada,

apenas les quedan fuerzas para el agradecimiento,

para rellenar formularios y estampar su rúbrica.