Feliz Año
jueves, 29 de diciembre de 2011
domingo, 18 de diciembre de 2011
Navidad repartida
Navidad repartida
Era la ciudad con sus luces prestadas,
un escaparate de tentaciones,
la lámpara encendida de una fiesta,
un sol de cera, etiquetas, bombones.
El lagarto del frío, un muro de sombras,
a un lado, doradas constelaciones
de bailes con orquestas, caviar y vino,
al otro, una trémula luz, la sopa,
las bufandas benéficas ululando,
la repetida música de una gotera.
Una nuez partida, su cáscara vieja,
el resplandor cegador y las tinieblas,
lana virgen y voluptuosa seda,
esteras de periódicos y cenizas.
En el muro nosotros sin testigos,
espectadores o estafermos grises,
con un silencio pendular sin nombre.
martes, 13 de diciembre de 2011
sábado, 10 de diciembre de 2011
jueves, 8 de diciembre de 2011
Poema de Pablo Neruda
Pablo Neruda
Ya se fue la ciudad
Cómo marcha el reloj sin darse prisa
con tal seguridad que se come los años:
los días son pequeñas y pasajeras uvas,
los meses se destiñen descolgados del tiempo.
Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado
por la más inmutable artillería
y de pronto nos queda sólo un año para irnos,
un mes, un día, y llega la muerte al calendario.
Nadie pudo parar el agua que huye,
no se detuvo con amor ni pensamiento,
siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres,
y nos mató su estrofa pasajera.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
Ya se fue la ciudad
Cómo marcha el reloj sin darse prisa
con tal seguridad que se come los años:
los días son pequeñas y pasajeras uvas,
los meses se destiñen descolgados del tiempo.
Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado
por la más inmutable artillería
y de pronto nos queda sólo un año para irnos,
un mes, un día, y llega la muerte al calendario.
Nadie pudo parar el agua que huye,
no se detuvo con amor ni pensamiento,
siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres,
y nos mató su estrofa pasajera.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
sábado, 3 de diciembre de 2011
Un poema para reflexionar
Dictado al invierno
He dictado a diciembre un nuevo testamento,
deseo que mis cosas viajen en el aire,
no pretendo llevarme equipaje,
tan sólo reunir trozos de mi espíritu,
este fragmentado ser en una bolsa.
Aquí dejaré como testigos mudos
las huellas dactilares, la documentación,
la latitud y longitud de mis poemas,
señalizada esta imaginación.
Qué despropósito pagar la muerte en vida,
asegurarse en el más allá algún rincón,
maderas nobles, coronas de flores,
para un tránsito de apagados sentidos.
Ahí dejo mi cuerpo para hurgar,
conocer sus raíces, aventar sus semillas,
a mí qué más me da, ausente de esta orilla.
No quiero que nadie cargue con mi muerte,
sienta la necesidad de un rescate imposible,
tampoco un enredo burocrático de aflicciones.
Déjenme para ensayos, para cubrir lagunas
de la ciencia, sólo quiero cesar con el último
pálpito. Lo digo ahora porque un cadáver
He dictado a diciembre un nuevo testamento,
deseo que mis cosas viajen en el aire,
no pretendo llevarme equipaje,
tan sólo reunir trozos de mi espíritu,
este fragmentado ser en una bolsa.
Aquí dejaré como testigos mudos
las huellas dactilares, la documentación,
la latitud y longitud de mis poemas,
señalizada esta imaginación.
Qué despropósito pagar la muerte en vida,
asegurarse en el más allá algún rincón,
maderas nobles, coronas de flores,
para un tránsito de apagados sentidos.
Ahí dejo mi cuerpo para hurgar,
conocer sus raíces, aventar sus semillas,
a mí qué más me da, ausente de esta orilla.
No quiero que nadie cargue con mi muerte,
sienta la necesidad de un rescate imposible,
tampoco un enredo burocrático de aflicciones.
Déjenme para ensayos, para cubrir lagunas
de la ciencia, sólo quiero cesar con el último
pálpito. Lo digo ahora porque un cadáver
nunca se pronuncia ni escribe notas.
Disculpen la arrogancia de los muertos,
su conducta incívica y postrada,
apenas les quedan fuerzas para el agradecimiento,
para rellenar formularios y estampar su rúbrica.