Bajo la sombra del olivo
enterradas promesas,
ramas cuajadas de adormecidos
frutos esperan el rito del vareo,
paraje solitario, sólo el viento
vocea cargado de amenazas.
Almas de nardo recorren
el campo abandonado,
la fantasmal aldea, las huecas casas,
las lindes de recuerdos familiares,
llenan de agua amarga un pozo
con la nostalgia de un país de flores.
Ensordecedor granizo metálico,
voces prensadas en una franja,
en los puños encerrada la impotencia,
en las líneas de la mano algo turbio.
Se ha levantado un muro de intolerancia,
de vergüenza, miedo y desconsuelo,
hay un fuego poderoso de ciegas llamas.
Éxodo de gente sencilla
envuelta en el polvo del olvido,
caminan con una plegaria muda,
un canto desgarrado en el pecho,
un terremoto cínico
sacude la tierra dividida.
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