Arboleda

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La sangre

domingo, 25 de noviembre de 2018

25 de noviembre

Y algunos poemas visuales de años anteriores


miércoles, 21 de noviembre de 2018

viernes, 9 de noviembre de 2018

ESTACIÓN POESÍA 14


Plasticidad y elegancia

JESÚS CÁRDENAS

María José Collado

Pájaros de cristal en el jardín de invierno

Ediciones En Huida, 2017.

La plasticidad y la elegancia son las dos marcas que componen el discurso poético de María José Collado. Una voz que nos transmite el sosiego y la calma y que, de alguna manera, nos prepara para vivir. Completa nuestra desazón y la urgencia por vivir, pues provoca que hagamos una pausa tras oírla. Su poesía respira para que respiremos, sosegadamente; transmite esa paz. Después de siete poemarios, llega a su madurez poética con Pájaros de cristal en el jardín de invierno, volumen número 84 del sello Ediciones En Huida, dentro de la Colección Poesía En Tránsito. Esta entrega lírica guarda en común cierta segunda parte, «Sumergido alfabeto», está imaginería plástica con tres grandes libros de poemas publicados anteriormente: Bruñidas sombras (2012), Aún la lumbre (2014) o el breve Centinelas del frío (2015). La autora jerezana afincada en Sevilla vuelve a crear un conjunto de poemas, pleno de emociones, con raíces hundidas en la experiencia de vivir. Raro es el poema de esta poeta que no contenga una carga sensorial que provoque una imagen definida en el lector. Alcanza una cota este libro con res- pecto a los anteriores, pues, como bien señala la escritora Elena Marqués en el prólogo, puede verse a Collado «aún más certera en la desnudez de la forma, más exacta en el término y la imagen». Es en su voz rotunda, paradójicamente, donde encontramos, entre líneas, algunas de sus fuentes: al Gamoneda más intenso en imágenes, al Basallote más luminoso, a los hallazgos más intuitivos de Concha García. El título nos transmite el efecto de la onda en el mar, la calma invernal; una quietud presente en la naturaleza y revelada, aquí, con su canto. Nos traspasa la imagen del tiempo suspendido, aunque, en realidad, las aves, como las hojas que revolotean, cuando terminan por verse reflejadas en el agua, muertas, terminan por deshacerse. El libro está conformado por dos partes más o menos regulares: la primera, «Cada instante, un pájaro», contiene veintiún poemas, entre los cuales figura el primer poema homónimo al título, como sucede en muchos de los discos, lo que crea un fuerte vínculo unitario. Imposible resistirse a no enunciar el primer verso, pura melodía (Cae la última nieve, cruje), y los tres finales («las águilas de cristal / flanqueando de cuarzo la fría escalinata, / memorial del invierno»). Lo mismo sucede con el poema titulado «Un reflejo de pájaros en aguas turbias», pues aparece en uno de los versos también. Así desde el interior de un verso nace el poema en torno al cual gira el título; un juego textual que llega al lector. El poema tiene una belleza que logra la emoción; sólo, por dejar con la miel en los labios, recogemos los últimos versos: «Un reflejo de pájaros en aguas turbias, / la luna asoma como una moneda / entre los pétalos de los nenúfares». Tras esta emoción de idea e imagen, la segunda parte, «Sumergido alfabeto» está compuesta por veintisiete poemas colocados en orden alfabético, salvo el último. Lo curioso de esta segunda parte es que los poemas están encabezados por una letra que ejerce de título pero que se nos muestra en el índice, como se completa, por ejemplo, el del penúltimo, que lleva como título «Z», la Z es «Zafiro, la tarde en la ventana»; lo que supone, entre otros tantos, un guiño al lector como una forma activa de escucha y, por extensión, de re-creación. La captación de una naturaleza huidiza ante la ferocidad del tiempo es visible en todo el imaginario del primer apartado, que, por otro lado, forma parte reconocible de Collado. Así, aparecen: las hojas, el sol, la lluvia, la luz, el agua, los pájaros; y enfrente: lo oscuro, la sombra y la niebla, que transmite el paso de las estaciones. La niebla produce, en ocasiones, cierta desazón porque no sabemos si es real o forma parte del sueño, ese sueño capaz de evocar imágenes en nosotros bajo la antorcha mágica del verso. Así pues, ante el asombro y la perplejidad de lo real, la poeta propone ver el mundo con una mirada limpia y nueva, en un intento por re-descubrirlo. Collado necesita ver que todo sigue donde estuvo, en su sitio, «To see if  time was there», como diría la poeta estadounidense, Emily Dickinson en el poema «Storm». Es empeño de la poeta trazar puentes, borrar distancias entre un tiempo y otro, como se evidencia en el título del segundo poema, «El tiempo cruza un puente», o la alusión en el poema «B», «En el puente se encoleriza el aire», pero no es fácil formularlo, por el daño feroz del tiempo, así van cayendo las estaciones, sobre todo, el invierno, los meses, los días, sus partes y hasta las horas incluso, en ambas partes, en uno y otro apartado del libro. Por eso, Collado admite «quisiera reencontrarme en la palabra», porque es la luz de la memoria, el trazo que une ambas orillas: la del pasado (la infancia, el tiempo de «esteras de esparto») conectando con el presente;  o viceversa, como si de un ciclo se tratase. Ese esfuerzo por hallar el vocablo preciso, en ocasiones, inefable, leemos en el poema «Mensajes»: «Simbólico lenguaje entre dos reinos/ metáforas que cruzan la conciencia/ con un hilo de luz si comprendemos». Lo mismo que cruza en un puente, cruza paisajes o  tramos horarios en ese tren que recorre las distancias del antes y del ahora, en imágenes capturadas con una cámara («Cuando es un lento tranvía la tarde», en «Fundido calle ramas quebradas»), a los que no consiguen abajo»; o «un tren cargado de maletas hacia el norte», en «Viejas fotografías»). Decía el semiólogo francés Roland Barthes que el «efecto» es una impresión general que el poema produce. María José Collado es también creadora de poemas visuales, tal vez, por ello, el efecto se explicita en las imágenes de estos versos: concentradas no sólo en la mirada («la tonalidad blanco azulada», «la nieve», «el horizonte», etc.), sino también en el olfato («huele a magnolias», «lirios que aroman», «aroma leve de narcisos en flor»), que afecta a realidades concretas, reinauguradas, y también las que son abstractas o inertes, son humanizadas. Como escribe Elena Marqués, en otro lugar del prólogo, refriéndose a las ciudades: «todo cobra vida y se humaniza». Del mismo modo, los poemas producen un efecto en su lectura. Efecto también entre la mirada interior y exterior, destacando por su abundante uso, el adverbio «fuera». El mundo es visto por el sujeto poético a través de un cristal. Desde el interior de la casa a fuera. Pero los lugares cambian y no se reconocen («Ha cambiado el perfil de las ciudades», se lee en el poema «U»), pues el tiempo hace de las suyas («ha dejado su marca de fuego»), de ahí que cause perplejidad («es una flor de asombro la mañana», en «Viaje»). El espacio necesita habitarse aunque cueste reconocer y reconocerse (desde la casa hasta la habitación), como se lee en el poema «B, cuyo complemento viene perfecto en la cita elegida de Toni Montesinos Gilbert («Las calles perecen por mis pasos / que avanzan sin mirar lo que se extingue»: Difícil es reconocerse, / unir todos los trozos y salir indemne / cuando avanza el invierno / como una fiera y te persigue.» La consecuencia de tanta concreción, hace que, necesariamente, el sujeto tome conciencia del mundo. A este respecto comentaba la autora jerezana en una entrevista que «la palabra se  hace oír, no todos escuchan». Esta creencia en que la poesía es capaz de arrancar en el lector un efecto, como el tomar conciencia ante cualquier injusticia, puede verse en el poema dedicado al sufrimiento de los emigrantes en el poema «Q» («Quedan por los caminos / como ramas quebradas») a los que no consiguen llegar, en «R («y cuerpos blanquecinos / que aturden a los peces / llevados por las olas»), al planeta que ensuciamos en «V» («neumáticos sin aire, / sobre un mar de plástico»), o en «D» donde se muestra la miseria más cercana («en despobladas alacenas / y tiene el fuego triste el ceño / al calentar la sopa aguada»). Es elegante la sonoridad de cada uno de los poemas y en conjunto produce en el lector, que escucha, una hermosa melodía, como esa «Nuvole Bianche» del compositor italiano Ludovico Einaudi. Cada frase musical va enmarcando cada uno de los heptasílabos (endecasílabos, alejandrinos y algunos pentasílabos) y se vuelve indeleble ahora en nuestra memoria. El efecto, antes citado, se agudiza ahora en imágenes sonoras (el tren que suena, el crujir de la nieve, el ruido de máquinas…), pero, sobre todo, la musicalidad que produce los encabalgamientos, las distintas aliteraciones de sonidos vocálicos y consonánticos, las bimembraciones, las anáforas y los paralelismos, que hacen el verso más dulce, pero sin llegar al empacho. El efecto se produce con el gorjeo de la combinación de las sílabas tónicas dispuestas en combinación impecable. Contribuyen a la creación de la sugerencia: las elipsis verbales y lo no dicho. Es entonces, cuando la polisemia entra en juego. Uno de sus poetas de cabecera, el vejeriego Francisco Basallote, a propósito de su reseña del libro publicado en 2014, Aún la lumbre, ya destacaba de la autora la exaltada plasticidad de las imágenes en las ricas metáforas» y más adelante concluía: «halla en el juego de las metáforas la fórmula secreta de su poética, la música oculta, el misterio de su acceso a la belleza, la magia de las palabras». Esto mismo puede aplicarse a Pájaros de cristal en el jardín de invierno. María José Collado nos devuelve la alquimia de otro tiempo, su emoción, la gris cotidianidad se transforma en deslumbrante revelación al capturar el instante.

Sobre mí

Nací en Jerez de la Frontera, (Cádiz). Mi infancia transcurrió entre Sevilla y Essen (Alemania). La adolescencia y la primera juventud en Madrid. Trabajo de administrativo en Sevilla, donde resido. Géneros que desarrollo: poesía, poesía visual, relatos y microrrelatos.

Colaboraciones en: Agenda de la tolerancia, revista Océano, Cuadernos de Roldán, Aldaba, Diálogo, Jirones de azul, En sentido figurado, Poesía actual, Andalucía liberal, Revista Tinta china. Revista Grisú. Palabras diversas. En varias convocatorias de poesía visual Contra la violencia de género. Revista Nueva Grecia. Las afinidades electivas.

Publicaciones: Pliego monográfico de La Cuerda del Arco. Poemarios: La luna en el laberinto (1987). Arde la vida bajo el cobre lunar (1992). Tapiz de agua (2011). Bruñidas sombras (2012). Aún la lumbre (2014). Centinelas del frío (2015). Pájaros de cristal en el jardín de invierno (2017).Antologías: Palabras indiscretas, Casa Eolo, I Encuentro hispano marroquí de poesía Jacinto López Gorgé, Versos para derribar muros, Especial de poesía andaluza vol.1 En sentido figurado. Miradas sin fronteras 2012. Poetas Siglo XXI. III Encuentro hispanomarroquí Trina Mercader. He hecho el prólogo para Poesía en la distancia: Al final poesía, 2013. Miradas sin fronteras 2013. III Antología Palestina. Mil y un poemas saharauis. Poemario colectivo Mujeres Ciudad Juárez. Miradas sin fronteras 2014. Alquimia del fuego. Alquimia de la sal. Gutenberg en Maguncia. El Quijote anarquista. Encuentros poéticos Teatro Romano de Itálica.

Finalista de varios certámenes de poesía. Premio de poesía del IV Certamen Internacional Traspasando Fronteras, Universidad de Almería 2010.

2º Premio del III Certamen de Poesía Erótica Galería-Taberna Ánima 2015.

Mención de Honor del II Premio Internacional "letras de Iberoamérica" y el Consejo Editorial de la Revista Literaria "En sentido figurado" 2018.

Premio de Poesía del IV Certamen Gertrudis Gómez de Avellaneda 2019.


Premio Alpujarra 2021. Pertenezco a REMES, red mundial de escritores.