Hotel
La rígida moqueta del pasillo
tiene ese viso desgastado
que dejan las pisadas a su paso,
rodantes equipajes, detergentes,
sobre el papel pintado tenues luces
y flores mustias,
una crucifixión de números
en cada puerta.
En las habitaciones, cuadros en serie,
un mobiliario triste,
tabiques que amplifican
las toses, los gemidos,
el hilo arrastrado de una conversación,
aterrizaje de zapatos,
un concierto de muelles,
el quejido del agua por las cañerías.
Detrás de los cristales empañados
la gris respiración de la ciudad.