He dictado a diciembre un nuevo testamento,
deseo que mis cosas viajen en el aire,
no pretendo llevarme equipaje,
tan sólo reunir trozos de mi espíritu,
este fragmentado ser en una bolsa.
Aquí dejaré como testigos mudos
las huellas dactilares, la documentación,
la latitud y longitud de mis poemas,
señalizada esta imaginación.
Qué despropósito pagar la muerte en vida,
asegurarse en el más allá algún rincón,
maderas nobles, coronas de flores,
para un tránsito de apagados sentidos.
Ahí dejo mi cuerpo para hurgar,
conocer sus raíces, aventar sus semillas,
a mí qué más me da, ausente de esta orilla.
No quiero que nadie cargue con mi muerte,
sienta la necesidad de un rescate imposible,
tampoco un enredo burocrático de aflicciones.
Déjenme para ensayos, para cubrir lagunas
de la ciencia, sólo quiero cesar con el último
pálpito. Lo digo ahora porque un cadáver
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