Bajo la misma sombrilla
de todas las estaciones,
el tiempo nos envuelve
con su oscura enredadera.
Muele entre sus dedos
las letras de los nombres,
el alfabeto ocioso de la rutina.
Nos besa en los ojos
como un padre que cumple
cerrando el ciclo del día.
Retornamos a la arcilla
mansamente, sin quejas.
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